miércoles, 16 de marzo de 2016

Cuando Francia tenía pesadillas [Por Inès Rodríguez]





Yo, ciudadana francesa, quiero decir que mi país me da miedo. Ya no es el país del amor o el país de los derechos humanos. Mucho tiempo se le ha puesto en la cuna del mundo, pero ¡cuidado! que ya se viene para abajo, caído bajo su propio peso.

Francia tiene miedo: los ciudadanos de sus políticos y sus instituciones, los políticos de las elecciones y de sus ciudadanos. Se legitima y se constitucionaliza el miedo y el odio. No quiere ver sus problemas y sus propias deficiencias, entonces, crea una diversión, un supuesto “enemigo común”.

Francia no quiere mirar de nuevo su pasado. No quiere ver sus fallos en la integración de una parte de la población. En vez de trabajar y educar con sus diferencias internas, ha estigmatizado y demonizado una parte de ellas.

Ya no me siento feliz en medio de esta jungla. Y al mismo tiempo, me siento cómplice de este sistema. ¿Por qué? Porque esta legalidad fue votada por personas que deberían representarme: los parlamentarios. Yo no querría y no quiero de la reforma constitucional actual. En cambio, los parlamentarios de la Asamblea Nacional se hicieron cómplices, huyendo del hemiciclo. Sobre un total de 577 diputados, 441 estaban ausentes. Se adoptó la reforma constitucional con 103 votos a favor y 26 en contra (y 7 se abstuvieron de votar).




Dentro de algunas semanas, el texto tendrá que pasar por el Senado también. Y parece que el malestar será inscrito en la Constitución de 1958.
El proyecto de ley de reforma constitucional contiene dos artículos: el primero trata del estado de urgencia que tendrá que prorrogarse por ley si es para una duración de más de 12 días. El segundo artículo trata de la perdida de la nacionalidad francesa tanto para los binacionales como para los nacionales.
No quiero decir con ello que no existan amenazas terroristas en Francia, que seguramente y desgraciadamente habrán más, como ocurre en los países que venden menos titulares pero en los cuales pasa todos los días y continuamente.
Después de un atentado tan cerca, no puedo vivir igual pero si intento tomar acciones y defender los principios universales y simplemente, la vida. Y con la división de un pueblo, no se llega a ningún lugar sino a donde se quiera evitar llegar.

El supuesto enemigo común es mi compatriota. El supuesto enemigo común es el pueblo. El supuesto enemigo común fue creado por un gobierno que en vez de educar, ataca, divide, se hace amigo de ideas extremas en nombre de la República sin entender que la están matando a golpes de leyes inútiles con daños colaterales irreversibles: el odio hacia mis compatriotas musulman@s.

Francia se despertó difícilmente de una pesadilla tras los atentados de enero de 2015, para sombrar en un coma extremo y liberticida en noviembre del mismo año. Francia tiene miedo a la oscuridad y en vez de levantarse y encender la luz para darse cuenta de que no hay nada en su casa, se refugia bajo las sabanas, cerrando los ojos, porque cuando cierras los ojos, todos los problemas y las pesadillas desaparecen. Pero oye ruidos, y piensa que son monstruos que vienen a por ella. Nosotros no encontramos el sueño y estamos tensos con los ojos bien abiertos.


Todo lo escrito anteriormente es un pensamiento propio.


Artículo escrito por Inès Rodríguez.

1 comentario:

  1. Un gran abrazo a todos los compañeros franceses. Buen artículo

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