viernes, 19 de febrero de 2016

Relato; "Divisando mi propio fin" [Por Violeta Henar Pereno]









Como un puzzle, la acción se desencadenó lentamente. Eran las cinco de la mañana y yo seguía con mi café a medio terminar, intentando asimilar todo lo que había sucedido en aquella fría y desolada noche. Me encontraba en una insignificante alcoba rodeada de cuatro tenebrosas paredes y mi piel estaba pálida como la nieve. Intentaba encontrar un sentido para ello, procurando hallar el porqué mas mi mente no me dejaba. Me sobresalté en mitad de la nada y un tenebroso ulular entró por la ventana medio entornada y recorrió la sala. Un grito agonizante golpeó mi cabeza, se sumió entonces en una total oscuridad. El silencio recorrió mi cuerpo mientras oí unos pasos acercarse a mí. Sentí una gélida mano acariciar mi nuca, acto seguido me golpeó sin darme tiempo a reaccionar. Caí. El habitáculo volvió a estar vacío, sólo se encontraba mi cuerpo tirado en el mugriento suelo.
Pasaron horas y horas, el reloj iba cambiando las manecillas. Entretanto, alguien entró en aquel aposento y me recogió sin yo percatarme de ello.



En mitad de mi profundo sueño oí un graznido y mis ojos comenzaron a abrirse. Me hallaba en otra sala completamente diferente a la anterior, pero más sombría. No podía moverme. Estaba sentada en una silla, con los brazos y las piernas atados por unas cuerdas. Me moví hacia los lados pero lo único que conseguí fue hacerme más daño en mis desfallecidas muñecas. Al girar mi cabeza hacia la derecha mis ojos se abrieron como platos al leer aquel espeluznante mensaje: “No saldrás de esta con vida. Te lo advirtieron tiempo atrás, pero no seguiste sus consejos. Ahora, pagarás por ello.” Otro graznido, me giré lentamente. Un cuervo me miraba fijamente desde la ventana, sus ojos me decían que algo malo iba a suceder. Mis lágrimas comenzaron a suicidarse atravesando mis lívidas mejillas, había llegado a la conclusión de que iba a morir. En aquel momento mis pensamientos golpearon mi cabeza.
La puerta se volvió a abrir, esta vez no me sobresalté, sabía que había llegado mi momento. El cuervo recorrió la sala incesante mientras yo trataba de evitarlo. Un hombre se fue acercando paso a paso hacia mí. Cuando lo tuve enfrente, después de mirarlo con un total y absoluto desprecio, cerré los ojos y me preparé para mi fin.

Artículo escrito por Violeta Henar Pereno.

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